Ado Arrieta ha sido siempre un cineasta liminar, apátrida, subterráneo; un director punk, como dijo de él su amigo Severo Sarduy. Lo era en el París ilustre de los años dorados del underground, en el que realizó gran parte de su obra, y lo es hoy, autofinanciando sus nuevas películas, ya que es el último cineasta para el cual el calificativo “independiente” sigue manteniendo su sentido intacto. Autor de una obra rica y prestigiosa, ganador de numerosos premios y galardones, fue celebrado por los primeros Cahiers du cinéma y lo es ahora por los Inrockuptibles. Para Arrietta el cine ha sido siempre un juguete maravilloso, una llave que le permite abrir las puertas prohibidas. O, por ponerlo con las hermosas palabras de su adorado Cocteau, “una forma de usar el mecanismo del sueño sin dormir”. Quizás por ello, sus películas se parece prodigiosamente a una fiesta, tanto en el sentido de la celebración, como por el goce y la diversión que generan. ¡Disfrútenlas!